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miércoles, 27 de febrero de 2013

En un mundo en el que lo hemos tecnificado todo, ¿estamos seguros de estar avanzando...? Optimizando resultados, acelerando los procesos, aumentando la funcionalidad de los procesos, impregnándonos de información a cada segundo... ¿estamos perdiendo... o ganando algún valor? Nuestro software se queda anticuado al momento y todos los mensajes que nos llegan son de un terror generalizado por el envejecimiento y el relentizamiento. A quién le puedan trasplantar un corazón, doy las gracias. A quien puede comunicarse con su família al otro lado del charco, doy las gracias. A quién puede viajar con facilidad y a quien puede calentarse en su casa por una potente red eléctrica, gracias. Pero... dónde habrá quedado la tranquilidad de sentir que nadie sabe lo que estás haciendo en cada momento... esa dulzura... que tienen las cosas hechas a mano. Una fotografía tomada en modo "manual" (sí, no solo hay un "automático"). A veces me da pena pensar que quizá estemos equivocados. Que no sepamos frenar ni diferenciar lo que es avance por supervivencia de la destrucción. Destrucción del mundo y de nosotros mismos. En un libro muy interesante leí, por ejemplo, que el cambio climático puede alcanzar unos puntos límite críticos en los que no haya vuelta atrás. Es decir, que si alcanzamos dicho umbral, no servirá de nada dejar de emitir gases, porque se habrá desencadenado un ciclo que no tendrá retroceso. No es como un grifo que sale agua caliente y con girarlo saldrá fría, sino que es como un vaso de leche que se va pasando pasando pasando... y cuando se corte y se dividan la fase acuosa y la oleosa... ya quedará dividido y no podrá volver nunca a su estado inicial. ¿No es escalofriante?

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